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martes, 1 de marzo de 2011

Sobre la lealtad

En un tiempo, el Buda nació como un cuervo. Creció y llegó a ser rey de ochenta mil cuervos. Tenía un primer oficial, coronado como reina cuervo y también tenía un capitán en jefe cuervo. Un día él y su compañero, en busca de comida, pasaron por la cocina del rey.
 

El cocinero del rey había estado preparando una gran cantidad de platos, de todo tipo de pescado, y los había destapado un momento para enfriarlos. La Reina Cuervo olió el olor de la comida y ansiaba probarla. Pero ese día ella no dijo nada.

Sin embargo, al día siguiente, cuando el Rey Cuervo propuso que fueran a alimentarse, ella dijo: "Ve tú mismo: ¡hay algo que realmente quiero!".

"¿Qué es?" preguntó él.

“Quiero comer algo de la comida del rey; y si no puedo conseguirlo, voy a morir”.

El cuervo se sentó a pensar. Su capitán en jefe se acercó y le preguntó si algo le había disgustado. El Rey Cuervo le contó lo que era. “Oh, todo estará bien”, dijo el capitán; y les aseguró a ambos: “quédense donde están hoy y yo iré a buscar la comida”.

Entonces reunió a los cuervos y les contó el asunto. "¡Ahora vengan y vamos a por ello!" dijó el; y todos volaron juntos hacia el castillo. Los colocó en grupos aquí y allá, cerca de la cocina, para vigilar; y él, con ocho ayudantes, se sentaba en el techo de la cocina. Mientras esperaba que le sirvieran la comida al rey, les dio instrucciones: “Cuando la comida esté servida, haré que el hombre suelte los platos. Una vez hecho esto, será el final para mí. Así que cuatro de vosotros debéis llenar la boca con arroz y cuatro con pescado, y alimentar con ellos a nuestra pareja real; y si preguntan dónde estoy, digan que ya voy”.

Bueno, el cocinero preparó todos sus platos y los llevó a las habitaciones del rey. Al pasar por el patio, el capitán cuervo, con una señal a sus seguidores, voló y se posó sobre el pecho del portador, lo golpeó con las garras extendidas, y con su pico, afilado como la punta de una lanza, picoteó la punta de la nariz del hombre.

El rey caminaba arriba y abajo por un piso superior, cuando mirando por un gran ventanal vio lo que hacía el cuervo. Gritó al portador: "¡Atrapa al cuervo!" El hombre dejó caer los platos y atrapó fuerte al cuervo.

"¡Ven aquí!" -gritó el rey.

Entonces los cuervos comieron todo lo que quisieron, recogieron el resto como les habían dicho y se lo llevaron. Luego todos los demás se reunieron y comieron lo que quedaba. Los ocho cuervos asistentes se lo dieron a comer a su rey y a su reina. Se apaciguó el ansia de la Reina cuevo.

El sirviente que llevaba la cena llevó el cuervo al rey.

“¡Oh cuervo!” -dijo-, ¡no me has mostrado ningún respeto! ¡Le has roto la nariz a mi sirviente! ¡Has destrozado mis platos! ¡Has desperdiciado imprudentemente tu vida! ¿Qué te impulsó a hacer esas cosas?

El cuervo respondió: “¡Oh gran rey! Nuestro rey vive cerca y yo soy el capitán de sus fuerzas. Su esposa tenía un gran anhelo y quería probar su comida. Nuestro rey me dijo lo que ella anhelaba. Inmediatamente ofrecí mi vida. Ahora le he enviado la comida; mi deseo se cumple. Ésta es la razón por la que actué como lo hice”.

Cuando el rey escuchó esto, dijo: “Hacemos grandes honores a los hombres y, sin embargo, no podemos hacernos amigos de ellos. Aunque regalemos cosas como todo un pueblo, no encontramos a nadie dispuesto a dar su vida por nosotros. Pero esta criatura, a pesar de ser un cuervo, sacrifica la vida por su rey. Es muy noble, dulce y bueno”. Estaba tan satisfecho con las buenas cualidades del cuervo que le otorgó honores y lo liberó.

La reina cuervo se convertiría más tarde en la esposa de Buda y el capitán jefe de los cuervos: Shariputra. El rey era Ananda.