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lunes, 2 de abril de 2012

La falacia de los hechos

Hace mucho tiempo en la India, un rey tenía cuatro hijos. Un día llamaron al auriga y le dijeron: “Queremos ver un árbol de Judas. ¡Muéstranos uno!

"¡Muy bien!" Respondió el auriga.

Pero se tomó su tiempo para mostrárselo. Llevó al príncipe mayor al bosque en el carro y le mostró el árbol en el momento en que los brotes apenas estaban brotando del tallo.
Al segundo, se lo mostró cuando las hojas estaban verdes. Al tercer príncipe le mostró el árbol cuando estaba floreciendo. Y al cuarto príncipe, el siervo le mostró el árbol cuando estaba dando fruto.

Después, los cuatro hermanos estaban sentados juntos y alguien preguntó: "¿Qué clase de árbol es el árbol de Judas?"

El primer hermano respondió: “¡Como un tronco quemado!”

Y el segundo gritó: “¡Como un baniano!”

Y el tercero: “¡Como un trozo de carne!”.

Y el cuarto dijo: “¡Como la acacia!”

Naturalmente, los príncipes se criticaron mutuamente insistiendo en que sólo ellos tenían razón. Finalmente, fueron todos a ver a su padre: “Alteza”, le preguntaron, “¿qué clase de árbol es el árbol de Judas?”

"¿Que tenéis que decir sobre esto?" Preguntó el Rey.

Cada uno le dio su respuesta individual.

Dijo el rey: “Ustedes cuatro vieron el árbol. Sólo que cuando el auriga les mostró el árbol, no le preguntaron: “¿Cómo es el árbol en tal momento o en tal otro momento?”. No hicisteis distinciones, y esa es la razón de vuestro error”.

La moraleja de la historia es: la gente inteligente busca hechos, la gente sabia busca sabiduría.

Además, la gente común tiende a creer en sus hechos y se niega a aceptar los de los demás. No comprenden que no se trata de tener razón, sino de aprender a estar bien juntos, es decir, aprender a aceptar el conocimiento y la sabiduría de los demás.

Podemos estar mucho mejor si aprendemos a no estar tan seguros de nosotros mismos y, en cambio, buscamos personas sabias que tengan una visión más amplia y una comprensión más profunda.