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miércoles, 1 de abril de 2020

La rectitud genera amor

Una esposa rica fue a casa a visitar a su familia. Su sirvienta llevaba el joyero de la dama y lo extravió. Fue más tarde cuando se dio cuenta y por eso fue a buscarlo frenéticamente.

Vio a un mendigo sentado al borde del camino sosteniendo el joyero. Ella inmediatamente se acercó y lo reclamó. El mendigo inmediatamente le devolvió el joyero.

La sirvienta estaba muy feliz. Se quitó la pulsera y se la dio al mendigo, quien respondió: “El joyero ni siquiera me tentó. ¿Por qué querría tu pulsera?

La sirvienta dijo: “Perdí este joyero y por eso merezco un castigo severo. Me lo devolviste y con ello no sólo me diste cosas preciosas sino que también me salvaste la vida. Aunque no pidas ninguna recompensa, no puedo ser una desagradecida. Vivo no muy lejos de aquí, por favor ven a la hora de comer y estaré feliz de compartir mi comida contigo”.

El mendigo respondió: “Si estás dentro, ¿cómo puedes saber cuando llego?”

Ella dijo: “Frente a mi habitación, hay un árbol de bambú alto. Por favor, agítalo para indicarme que estás ahí”.

Entonces él hizo lo acordado y ella compartía su comida con él todos los días.

Los otros sirvientes se enteraron y lo informaron al dueño, quien inmediatamente llamó a la sirvienta para investigar. Después de escuchar su historia, el benevolente dueño llamó al mendigo, le dio un trabajo y le dio la mano de las sirvienta.

Continuaron ganándose la confianza del propietario y fueron bien recompensados. Vivieron felices para siempre.

* * * * *

Pobres y, sin embargo, no codiciosos. Uno debería pagar su deuda de gratitud.

¡Antigua historia de amor!